martes, 28 de diciembre de 2010

TODOS SOLOS


Hace mucho que no escribo, y no quisiera acabar el año sin hacerlo. No escribo y no es por falta de ganas sino por falta de tiempo. Todas las obligaciones se agolpan a mi alrededor y siento que no hay demasiadas manos dispuestas a ayudarme. Cada uno tira de sí mismo como puede y todos sienten que les he abandonado de alguna manera. En este mundo que me rodea, los personajes, mis personajes, no son autónomos más que para mandarte a la mierda. Todos comprenden que estés agobiada, pero claro, la solución es que no te tomes las cosas tan a pecho. Todos saben que hay mucho que hacer, pero también que no tengo porque hacerlo yo todo. Pero, ¿acaso lo hace alguien por mi si no lo pago?
Los padres se cobran mi deuda como hija porque únicamente estoy yo y todo su amor y dedicación debe corresponderse con todo mi amor y dedicación, pero hay matices.
Los hijos te llaman la atención, te hacen sentirte necesitada e imprescindible, pero no se dan cuenta que al hacerlo no sólo me hacen un cumplido sino que añaden una carga más a mi pobre espalda.
Tu pareja se siente sola, dejada, abandonada toda. Ya no hay diálogo, sólo cansancio, sólo una persona adolorida, muerta de sueño a su lado, sin ganas de hablar, de amar, de salir, de reir.
Solo. Y yo, sola.
Mis amigas me ofrecen su ayuda. Ánimo moral que también hace falta. Consejos que me llevan al alejamiento y a pensar un poco más en mi, pero yo solo quiero dormir.
No quiero saber que mi madre se muere cada día un poco más y que no siento fuerzas para aguantar su ciudado. No quiero ver como mi padre se derrumba y a la vez se descarga en mi. No quiero pensar que mi marido vuelva a entrar en crisis y busque fuera de casa el desahogo. No quiero pensa ni siquiera en como mi hija pequeña se acerca al mundo adulto de cabeza, como si supiera nadar, sin oir, sin escuchar consejos. No quiero enterarme ni ver como la habitación de mi hija mayor es un reflejo del lío que tiene en su cabeza.
Todos estamos encerrados en nosotros mismos. Por eso somos incapaces de ser generosos, de echarnos una mano de verdad. De evitar una queja y buscarnos la vida. De hacer por los demás en beneficio de los que queremos.
Por todo ello, estamos y nos sentimos, solos.