martes, 16 de agosto de 2011

EL AMOR Y VARGAS LLOSA


Acabo de terminar el libro de Vargas Llosa Travesuras de la niña mala que en nuestro casi siempre mal hablado español podría traducirse como Cabronadas de la mala puta. No, no se asusten, si es un libro bellísimo y muy duro también, publicado por el autor en 2006, de forma autobiográfica de ficción, y donde recorre de nuevo aquellos lugares en donde vivió y que marcaron su vida porque tuvo la fortuna de participar en ellos de acontecimientos que hicieron historia: su Perú natal, siempre presente a lo largo de la novela, siempre esperando ver su recuperación, su gloria; París, la capital cultural de los sesenta y adonde llegaban miles de inmigrantes, la mayoría entonces latinoamericanos en sus rutas hacia los países revolucionados como Cuba; Londres, en los setenta, donde el hippismo entraba en su efervescecia hacía temblar haciendo olvidar la flema inglesa; Tokio y su lado más sexual, en un concepto que nos traslada al Imperio de los Sentidos y, finalmente, Madrid, en plena transición, en el barrio donde renace Babilonia, donde intenta convivir el chotis con la salsa bailada por eslavos.
Pero ante todo, Vargas llosa nos habla del amor, porque el hilo conductor es una historia de amor que dura cuarenta años. Habla del amor en su lado más puro, más salvaje. Porque el amor no es hermoso ni sosegado. Eso es sólo cuando se toma un respiro. El amor te posee y se convierte en pasión, en arrebato. El amor te eleva y luego te deja caer. No hay nada más dulce y más amargo que el amor. No se deja atrapar por la costumbre, se rebela. Cuando menos te lo esperas te amenaza, te abandona, te trae a su primo el odio y luego se ríe de tí.
Nadie puede resistirse al amor y él lo sabe, por eso juega contigo, siempre pleno y siempre por satisfacer, una búsqueda constante de sí mismo y del otro.
Nada más vivo que el amor puede dejarte malherido de un plumazo.

miércoles, 10 de agosto de 2011

LA EVOLUCION DE LOS POKEMON


LA EVOLUCIÓN DE LOS POKEMON

Hace ya algunos años, mis hijas tenían entonces 3 y 7 años, aparecieron unos dibujos animados japoneses que encandilaron a millones de niños: los pokemon. El más famoso era Pikachu, un tierno quiénsabequé amarillo. Las niñas cuando volvían del colegio me explicaban las cosas que hacían, me pedían cromos, querían que comprara productos en los que salían... Yo les pregunté a qué hora hacían esos dibujos, pues en casa nunca los habíamos visto. Por la mañana a las 8. Por la tarde a las 7. ¡Claro! A esas horas mis hijas apenas se estaban levantando para arreglarse e irse al cole y por la tarde estaban haciendo sus deberes o estábamos en el parque.
Tanto decían que un día me levanté más temprano y los ví. Por poco me da un patatús. Se trataba de mascotas que entrenaban para pelear y de los que podían salir malheridos, con unos malos muy tontos y unos buenos muy ¿buenos?
A mí me pareció una serie llena de violencia y dónde no se transmitían buenos valores. Pensé en las peleas de gallos, en la de perros... Me pareció muy triste.
Sin embargo te querían vender que transmitía el valor de la amistad y la responsabilidad. Los pokemon son para eso, para luchar, ese es su cometido, como el toro de lídia nace para morir en la plaza y no para retozar por el campo, me atrevo a comparar.
Por supuesto que me negué a que vieran los dibujos y seguí con la rutina que eliminaba del horario televisivo semejante serie. ¿Me sirvió de algo? Pues no. Igualmente mis hijas se empaparon de pokemons: se sabían todos los nombres, cómo evolucionaban, los reconocían por su aspecto, jugaban a eso en el colegio... ¿Cómo? Influencia social pura y dura. Da igual que tú los protejas dentro que fuera reciben otras informaciones que tú no puedes controlar, aunque sí intentar mitigar el efecto.
Pasados 11 años de aquello me pregunto si debo dejar a mi hija pequeña, porque la mayor ya es mayor de edad y en estos aspectos ejerce su mayoría, ir a un concierto de un grupo que se jacta de ser anti sistema, bueno, anti todo excepto las drogas y el sexo. El concierto es a las 8 de la tarde, aquí, al lado de casa, por tanto el horario no es el problema. ¿Hay diferencia entre que escuchen su música y la de grupos parecidos todo el rato con sus cascos y que vayan al concierto?
Intento recordarme a mí de anti sistema. Pues, nunca fui una conformista, también tenía ganas de cambiar cosas, pero anti sistema, teniendo el cuenta de que eso es una falacia y que yoera para eso muy racional, creo que no. ¿Y mi marido? Pues él oía entre su música favorita a Loquillo en su época de sexo, droga y rock & roll; yo también canté “mescalina mi amor” y los dos somos unos aburguesados funcionarios que pagan hipoteca, coche y tienen perro.
Entonces, la conclusión es que da lo mismo lo que escuches en tu juventud porque el sistema acaba atrapándote, o tal vez que da lo mismo que te drogues, que bebas porque ahora toca, que luego ya te volverás serio y formal. Si eso fuera así. ¿Cuál es la función de la educación?¿Para que nos empeñamos los padres en que la cabra no suba al monte? Al fin y al cabo, como dice mi amiga, todo lo que sube , baja.