viernes, 21 de marzo de 2014

FELIZ DÍA DE LA POESÍA

GANARLE AL TIEMPO.
Voy a ganarle la carrera al tiempo,
voy a correr más que él,
me han dicho que si te pilla
ya poco puedes hacer.
Dicen que te huele toda,
cada poro de tu piel
y si averigua que es tu hora,
¡date por muerto por él!
Voy a ganarle la carrera al tiempo,
a llegar antes que él,
quiero hacer tantas cosas,
verla, sentirlas también.
Que si el tiempo no perdona,
que no se escapa ni dios,
que si te pilla te mata
y nada podéis hacer vos.
Tal vez en vez de ganarle
tendría que hablar con él,
convencerle que conmigo
tendría una amiga fiel.
Caminaríamos juntos
en buena conversación.
Y nada de perseguirnos.
Ya estamos viejos los dos.




lunes, 17 de marzo de 2014

PARIENTES "INTITULADOS"

Hay en los hospitales españoles una especie que me han dicho no se da en otros países. Es el pariente intitulado. Ese familiar que monta guardia junto a su enfermo día y noche, que igual cambia un pañal como controla el gotero, que le explica al familiar del vecino recién llegado cómo funcionan las cosas en esa planta, en fin un animal multifuncional.
Puede que el origen de esta especie estuviera en aquellos hospitales iniciales, saturados, faltos de personal, donde toda mano era buena. Puede que continuara por la propia desconfianza  en la eficacia y dedicación del profesional sí titulado, "cómo lo va a cuidar mejor que yo, quita, quita." Es posible también, que llegado el punto se le diera un papel relevante, protagonista casi, a ese intitulado para descargarse de tareas poco agradables, monótonas, en principio sin importancia, que ese pariente entregado estaba dispuesto a realizar. E incluso, acaso, también hubiera un componente moral por parte del familiar, la de sacrificarse por su enfermo, la de darlo todo, acallar su conciencia, cumplir con su deber.
El caso es que es más frecuente de lo que debiera. Los hay incluso que, sabiendo que a su enfermo no le gusta la comida del hospital, sacan sin pudor la fiambrera a la hora de las comidas y suministran comidita casera para que se recupere pronto.
Esta especie, lejos de estar en extinción se encuentra también de forma abundante en forma de vecina sabelotodo, aquella que tiene más información que tu propio médico y te aconseja sobre la medicación que debes o no debes tomar. Es una especie derivada de los antiguos consejos de la abuela pero sin duda más peligrosa, porque ésta ha evolucionado de la manzanilla para el ojo al colirio químico.
Una variante es la de la madre médico-enfermera de toda la vida. No sirve únicamente para un roto y un descosido, también lleva años entrenándose y sabe que el paracetamol  y el ibuprofeno van bien para el dolor, la inflamación y la fiebre, las dosis por edades, todo eso y más cosas, información, que no formación, que ha ido acumulando desde que sus retoños son bebés, tanto por parte del pediatra como del corrillo de madres con el que comparten experiencias.
Eso de meterse en terreno ajeno se ha convertido en un deporte muy practicado. Así, nos encontramos los típicos entrenadores de bar que lo hacen mucho mejor que el profesional que está cobrando millones; ellos lo harían por menos y con óptimos resultados. Los políticos de esquina que tienen soluciones para todo y no como esos que de alguna manera hemos puesto ahí, en el poder, pero que luego son incapaces de presentarse voluntarios para ser el presidente de la escalera, calla, calla, qué responsabilidad o, simplemente, qué pereza.
Hacer lo que los demás hacen mejor que ellos de boquilla es la cosa más fácil del mundo. Son esos mismos que se encienden sí otro se mete a hacer cosas que tocan su terreno. El fontanero que se enfada contigo porque primero has intentado arreglar el grifo y finalmente, cuando has provocado el desastre, lo llamas a él; ese técnico que te mira mal porque intentaste apretar el mismo tornillo que tocó él la última vez que vino y por lo que te cobró cien euros y resulta que ahora no era ese el problema...
Pero digamos que a mí, los que me preocupan de verdad, son los que se meten con las máquinas humanas porque, si se te "muere" un aparato en el intento por un exceso de lubricante, pues tiene sustituto, pero sí a tu enfermo, ese que cuidas con tanto mimo y la mejor intención, le provocas un cólico, una reacción adversa, un agravamiento, se te cae por querer levantarlo o acostarlo por andarte metiendo a médico o a enfermero o a auxiliar, eso ya tiene delito, y de verdad.
Hágannos y háganse un favor, no nos dejen estar en el hospital cuidando nuestros enfermos. Pongan un horarios de visitas, como se hace con los pacientes de observación: un ratito por la mañana, otro a medio día y otro por la noche. El resto del tiempo, el paciente será atendido por el personal correspondiente. Un horario de atención e información médica. Cada uno a lo suyo. Es mejor para el enfermo, para el familiar y para el personal sanitario.

lunes, 10 de marzo de 2014

LA VIDA DE LAS MUJERES de ALICE MUNRO. Reseña.

Cuando dijeron que Alice Munro era la nueva Premio Nobel de Literatura no me sorprendió no saber quién era, pasa con muchos premios, especialmente con los Nobel. Una oleadas de noticias sobre ella, sus libros, su biografía saltaron enseguida a los medios por lo que fue fácil situarla en Canadá, de 82 años y mi mayor sorpresa, escritora de relatos.
No es fácil abrirse camino con el relato en el mundo de la literatura, aunque hemos de decir  que últimamente se está poniendo de moda.
Que a una escritora que utiliza este formato se le conceda un premio como éste es un doble logro, porque el otro es el de ser mujer. Reconocerán conmigo que hay pocas mujeres entre los premios Nobel de cualquier especialidad.
Llevada pues por el interés y la curiosidad, me enteré además de que el tema de sus relatos es, en general, la vida misma, lo cotidiano, y la vida de las mujeres en particular. No es, sin embargo de temática feminista, o no me lo parece a mí. Munro escribe desde ella misma, su percepción como mujer que mira el mundo y lo vive.
Su libro La vida de las mujeres me llegó en forma de regalo de navidad por parte de mis hijas. Me hacía mucha ilusión leer algo suyo porque, detrás de la breve reseña biográfica y de la fotografía con amplia sonrisa y melena corta blanca, sentía que había algo que me conectaba con esta escritora, una particular forma de ver el mundo, quizá.
La vida de las mujeres no es, sin embargo, una colección de relatos, sino una de las pocas novelas que ha escrito Alice Munro. Narra la vida de una niña, Del Jordan, luego adolescente y después joven que vive en Jubilee, Canadá. Podría ser de corte autobiográfico, cosa que la autora se ha apresurado a desmentir, pero eso poco importa.
La historia de Del transcurre entre los últimos años de la II Guerra Mundial y los cincuenta, eso y que se desarrollara en un lugar alejado de un paisaje familiar para mí me dificultaron interesarme por su historia.

La vida en Flats Road, pequeña localidad junto a Jubilee, transcurre feliz para los niños, que crecen en la naturaleza. Es un sitio tranquilo  donde casi nunca pasa nada, quizá por eso cualquier pequeño acontecimiento es digno de mención, por eso, tal vez, la vida de los otros resulta tan interesante. Pequeños personajes que se hacen grandes en su entorno. Cuando  estos  niños se convierten en adolescentes empiezan a verle las carencias al lugar, empiezan a ver a sus mayores de otra manera: un padre trabajador, una madre atípica que no casa en ese lugar, unas tías que más que graciosas son sarcásticas, como el proceder de determinadas familias marca tu camino o como ser atípico en un lugar típico te pone una etiqueta para siempre -me ha encantado el personaje de la señorita Farris-.
Del crece, tiene ciertas aspiraciones fomentadas y deseadas por su madre, como la de ir a la universidad, y, entonces, ve como se van separando los caminos que te llevan a la vida directa al trabajo y al matrimonio y la de aquellas que intentan saltar buscando algo diferente.
La vida de las mujeres es un conjunto de historias tanto de mujeres como de los hombres que las acompañan, porque también ellos están determinados por su entorno. Los personajes masculinos tienen también un papel muy importante en esta novela y por ello no hay que perderlos de vista.
De un lenguaje claro, sencillo, pulido, ese lenguaje que se echa de menos en muchas novelas actuales, Munro nos transporta a otra época que no parece tan alejada de la nuestra. Podemos notar que muchas cosas han cambiado y otras continúan siendo lo mismo.

Dejarse llevar por su forma de contar es trasladarse a los paisajes, a los pensamientos de sus personajes, sentirse a la vez tan cerca como alejado, implicarse y querer gritarle a algún protagonista "pero ¡qué haces!". Sin duda eso forma parte de la magia de la literatura.