Hay en los
hospitales españoles una especie que me han dicho no se da en otros países. Es
el pariente intitulado. Ese familiar que monta guardia junto a su enfermo día y
noche, que igual cambia un pañal como controla el gotero, que le explica al
familiar del vecino recién llegado cómo funcionan las cosas en esa planta, en
fin un animal multifuncional.
Puede que el
origen de esta especie estuviera en aquellos hospitales iniciales, saturados,
faltos de personal, donde toda mano era buena. Puede que continuara por la
propia desconfianza en la eficacia y
dedicación del profesional sí titulado, "cómo lo va a cuidar mejor que yo,
quita, quita." Es posible también, que llegado el punto se le diera un
papel relevante, protagonista casi, a ese intitulado para descargarse de tareas
poco agradables, monótonas, en principio sin importancia, que ese pariente
entregado estaba dispuesto a realizar. E incluso, acaso, también hubiera un
componente moral por parte del familiar, la de sacrificarse por su enfermo, la
de darlo todo, acallar su conciencia, cumplir con su deber.
El caso es que
es más frecuente de lo que debiera. Los hay incluso que, sabiendo que a su
enfermo no le gusta la comida del hospital, sacan sin pudor la fiambrera a la
hora de las comidas y suministran comidita casera para que se recupere pronto.
Esta especie,
lejos de estar en extinción se encuentra también de forma abundante en forma de
vecina sabelotodo, aquella que tiene más información que tu propio médico y te
aconseja sobre la medicación que debes o no debes tomar. Es una especie
derivada de los antiguos consejos de la abuela pero sin duda más peligrosa,
porque ésta ha evolucionado de la manzanilla para el ojo al colirio químico.
Una variante es
la de la madre médico-enfermera de toda la vida. No sirve únicamente para un
roto y un descosido, también lleva años entrenándose y sabe que el
paracetamol y el ibuprofeno van bien
para el dolor, la inflamación y la fiebre, las dosis por edades, todo eso y más
cosas, información, que no formación, que ha ido acumulando desde que sus
retoños son bebés, tanto por parte del pediatra como del corrillo de madres con
el que comparten experiencias.
Eso de meterse
en terreno ajeno se ha convertido en un deporte muy practicado. Así, nos
encontramos los típicos entrenadores de bar que lo hacen mucho mejor que el
profesional que está cobrando millones; ellos lo harían por menos y con óptimos
resultados. Los políticos de esquina que tienen soluciones para todo y no como
esos que de alguna manera hemos puesto ahí, en el poder, pero que luego son
incapaces de presentarse voluntarios para ser el presidente de la escalera,
calla, calla, qué responsabilidad o, simplemente, qué pereza.
Hacer lo que los
demás hacen mejor que ellos de boquilla es la cosa más fácil del mundo. Son
esos mismos que se encienden sí otro se mete a hacer cosas que tocan su
terreno. El fontanero que se enfada contigo porque primero has intentado
arreglar el grifo y finalmente, cuando has provocado el desastre, lo llamas a
él; ese técnico que te mira mal porque intentaste apretar el mismo tornillo que
tocó él la última vez que vino y por lo que te cobró cien euros y resulta que
ahora no era ese el problema...
Pero digamos que
a mí, los que me preocupan de verdad, son los que se meten con las máquinas
humanas porque, si se te "muere" un aparato en el intento por un
exceso de lubricante, pues tiene sustituto, pero sí a tu enfermo, ese que
cuidas con tanto mimo y la mejor intención, le provocas un cólico, una reacción
adversa, un agravamiento, se te cae por querer levantarlo o acostarlo por
andarte metiendo a médico o a enfermero o a auxiliar, eso ya tiene delito, y de
verdad.
A mi me gustaría estar acompañada en mis horas malas. Puede que sea egoismo. Te leo, te sigo. Muac!
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