Aunque un poco hartos ya de escuchar
sobre la crisis, es inevitable porque la tenemos literalmente encima.
Se siente, se palpa, te aplasta, te ahoga.
Analizando el tema hice un breve
recorrido sobre la multitud de cosas de las que se está hablando
ahora como provocadoras de la crisis. Ante el hecho de que se dé en
todos los países occidentales se me ocurre que lo que ha fallado es
el sistema económico: el capitalismo. Yo, que no soy economista más
que a nivel de usuaria, me atrevo a opinar que el capitalismo es un
sistema que se agota en sí mismo. Empieza bien, crece, se reproduce
y se asfixia, y con él a todos los que vivimos dentro. Creo que
ahora estamos en ese punto, el de la asfixia. Está claro que la
culpa de ese agotamiento la tenemos todos en alguna que otra medida,
es decir, tanto los que gobiernan como los gobernados. En los años
de bonanza se nos hizo creer al populacho que podíamos ser ricos y
llevar vida de tales. Esa época en las que un albañil ganaba más
que un médico y que impulsó a más de uno a lanzarse al consumo de
manera desorbitada: mi casa + el chalet y/o el apartamento en la
playa + dos coches +vacaciones para todos a los sitios que nunca pude
ir + salidas a comer, cenar, copas... Y siendo poco provisores cual
cigarras, nos pilló el invierno lleno de deudas que no podíamos
asumir. Ese fue un fallo garrafal del cual somos culpables todos los
que hicimos algo parecido sin pensar en el mañana como hacían
nuestros padres y abuelos. Esa burbuja no podía durar mucho, todas
se inflan, suben y explotan.
En este país además, que está
lleno de pillos, el sistema favorece el engaño y las trampas. Se ha
abusado terriblemente de aquello que se nos ofrecía como si nunca
tuviera fin. Ejemplos: estoy en el paro y no busco trabajo hasta que
esté a punto de acabarse porque mientras vivo bien y hago chapuzas.
No aguanto a mi jefe o a mi compañero de trabajo y me doy de baja y
yo ricamente a cobrar mientras los otros siguen contribuyendo y
pagando mi ausencia, médicos que dejan quirófanos vacíos por las
mañanas y operan sólo de tarde porque cobran más o que meten por
la seguridad social a amigos/as para hacerles una operación estética
que no cabría de ninguna manera en la lista de operaciones
necesarias. Personas que sacan recetas sin necesitarlas causando un
gasto farmacéutico tremendo... Y a nivel político ya qué decir:
endeudo mi municipio hasta más allá para quedar como un rey/reina
haciendo obras faraónicas imposibles de sostener o amortizar,
pringar además a proveedores que tardarán años en cobrar y quién
sabe si la totalidad o los intereses de demora. ¿Para qué seguir?
Pero de todas las trampas y el
pillaje también el gobierno es responsable. Hemos pasado por
gobernantes nefastos que para nada servían de buen ejemplo, sino de
todo lo contrario. El estado tiene mecanismos para detectar, para
legislar, para corregir.
Si en un momento dado el ciudadano es
incapaz de cumplir con las normas, el estado debe actuar y recordarle
que vivimos en un estado de derecho sí, pero bajo unas normas
consensuadas.
Pero claro, parece que si el estado
actúa con el peso de la ley va en contra del pueblo y nos alzamos
llamándolos fascistas y autoritarios. Ojo, que no soy partidaria de
la violencia en absoluto ni del uso de la fuerza, y está claro que
en algunos sitios se ha actuado de forma indiscriminada y alevosa
contra manifestantes que se han visto envueltos entre los que siempre
van a provocar y a reventar una protesta organizada y pacífica. No
se puede ir por ahí quemando contenedores u otro material urbano que
pagamos todos con nuestros impuestos, ni rompiendo los escaparates de
las tiendas que ya están bastante apretadas o quemando los coches
que nos topemos por delante cuando a lo mejor pertenece a una familia
que lo necesita. Y aunque no lo necesitara. ¡Eso no se hace, caca!
Hay una frase que me viene al pelo: quién tiene que utilizar la
fuerza bruta es que no sabe hacerlo con palabras. Mala propaganda nos
hacen los exacerbados con sus actuaciones.
Lo que ha pasado en este país con
los bancos y al parecer en muchos más de otros países, ha sido de
vergüenza. El rescate que se plantea para ellos lo es más. Los
bancos son un negocio y si no saben llevarlo, quiebran como cualquier
empresa. ¿Acaso el gobierno piensa rescatar a todos los negocios que
se están hundiendo o se han hundido ya?
Lo que está pasando en este país
con los chorizos de alto rango también es de vergüenza, porque a
ellos no les mueve la necesidad sino la avaricia. Millones y millones
“perdidos”, malgastados o en las manos de codiciosos que se han
sentido por encima del bien y del mal. Los juicios que ya se han
llevado a cabo y de los cuáles van saliendo indemnes consiguen que
el ciudadano no tenga ninguna confianza en la ley. Todos creemos
saber que nada les pasará o será mínimo y seguirán con sus
millones robados y sus pensiones vitalicias de lujo.
Mientras las filas de parados se
alargan, mientras las cifras de los niños que viven bajo el umbral
de la pobreza crece, mientras las reformas laborales llevan al
despido en lugar de fomentar el empleo, tenemos que tragar para no
dejar de ser Europa.
¿Alguno de los cabezas pensantes que
piensan que esto únicamente se resuelve apretando y asfixiando a las
bases no se le ha ocurrido que habría tal vez que habría que
cambiar el sistema en que vivimos? Y no, no estoy pensando en el
comunismo ni mucho menos. Es totalmente inviable y sólo aplicable a
pequeñas comunidades. Y la anarquía demuestra que los hombres,
aunque racionales, son incapaces de actuar con racionalidad.
¿Es que no hay otra forma de salir
de este agujero? Muchos economistas dicen que sí, que hay otras
formas, pues quiero oírlas, por favor, y pronto.
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