Hace
años que le vengo dando vueltas al tema de la felicidad. Ha sido una
constante en mi vida. Muchas veces me he sorprendido melancólica
preguntándome ¿por qué no soy feliz? Al principio logré echarle
la culpa a la sensación de soledad, debida seguramente a la falta de
hermanos y de niños a mi alrededor. Pero de ello creo que saqué el
beneficio de crearme un riquísimo mundo interior. Era capaz de pasar
horas leyendo, luego escribiendo y eso me satisfacía enormemente.
En
la adolescencia la infelicidad volvió al ataque pero también llegué
a la conclusión de que era normal dado que estaba pasando por “el
pavo” y no me aguantaba ni yo. Lloras por todo, te ríes por todo,
te pones nerviosa, te llenas de inseguridades, tienes tus primeras
ilusiones y desilusiones amorosas... ¿cómo te va a durar la
felicidad mucho tiempo?
En
mi juventud creo que fui bastante feliz, ya sabemos, la época
universitaria, el conocer a los amigos que seguirán contigo ya toda
tu vida, o esa suerte he tenido yo, más los que conservas de la
infancia, las salidas nocturnas, los estudios, el sentirte sobre todo
independiente. Porque sí, me sentía independiente a pesar de vivir
en mi casa. En ella yo tenía mi propio espacio, mi habitación y el
comedor que sólo usaba yo porque teníamos salita. Mi habitación
era la parte íntima y el comedor era el sitio donde daba mis clases
y me sacaba un dinerillo que me permitía no tener que pedir para mis
gastos.
Los
que me hicieron sombra fueron mis fracasos amorosos. Y es que me
enamoraba mucho y muy en serio. Sí que tonteaba con algún chico de
vez en cuando, cosa que satisfacía mi ego al sentirme gustada, pero
si me decidía a salir con alguno, lo hacía de verdad. Por eso
cuando mis relaciones se iban al traste después de dos años, o de
año y medio... me quedaba tremendamente frustrada y dolida, como a
todos supongo les ha pasado, y la ruptura siempre venía precedida
del sentimiento de infelicidad.
Con
el tiempo y la madurez que te da la vida he llegado a la conclusión,
y me ha costado mucho debo ser algo zopenca, de que el estado de
felicidad es muy frágil, son apenas momentos, por eso son tan
preciados, a veces duran segundos, a veces horas, pero es imposible
alargarlos más allá.
Para
ser feliz tener otras personas con las que compartir es muy necesario
y gratificante, pero lo que te hace ser feliz es tu disposición a
serlo. No hay felicidad si te quedas esperando a que alguien te la
proporcione, sobre todo porque ese alguien puede que no siempre esté
contigo y, lo que es más importante, tampoco está siempre dispuesto
a ser el payaso de circo que mantenga tu sonrisa en la cara. El otro,
los otros, también necesitan sus momentos de felicidad, contigo o
con los demás.
Así
pues, concluyo que la felicidad es ante todo una actitud en la vida,
una forma de ver el mundo e interpretarlo. Nada te hará feliz si no
estás dispuesto serlo, ni el dinero, ni el amor, ni las cosas
materiales. Ni la misma naturaleza con su inmensa belleza te dará la
felicidad si no logras abrir tus ojos y tu corazón. Ser feliz es
posible, pero no permanentemente, si no, no sería felicidad, sería
rutina.
Pues sí, siempre tan amena escribiendo. Un saludo
ResponderEliminarGracias.
Eliminarte entiendo,pero eso ya lo sabes.
ResponderEliminarte quiero,y eso tambien lo deberias saber.
A veces podemos entender las palabras pero no los sentimientos. Sentir es algo propio y cada uno lo hace con su propio cuerpo, con su propio corazón. Sé que me conoces bien como creo que yo a ti, pero siempre hay y habrá algo que se nos escapa, no somos del todo abiertos, no lo contamos todo porque tampoco es necesario. Sé que me quieres porque se te nota y además no pierdes ocasión para decírmelo. Yo no lo digo casi nunca, lo siento, no soy de te quieros abundantes, pero intento demostrartelo con actos cada día y eso, también deberías saberlo.
EliminarSigue así.la mayoria de veces decir te quiero con la mirada es más sincero que hacerlo con palabras. La mirada no engaña, las palabras te pueden "llevar al huerto". Mucha fuerza Pilar.
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