Soy profesora de filosofía. Me presento así porque
así lo siento, a pesar de llevar apartada oficialmente de esta profesión desde
hace más de cuatro años por enfermedad. No he dejado de estar vinculada a ella;
de alguna manera siempre a través de las hijas, de hijos o hijas de las amigas,
de amigas de las hijas, etc, he seguido impartiendo o ayudando en esta
asignatura que tanto me apasiona.
Como profesora en activo creo recordar que la última
huelga que hice fue entre el 2000 y el 2003, o sea, como diez años. Y no es que
no haya habido motivos para hacerlas desde entonces. Más bien es porque desde
entonces racionalicé más las cosas y empecé a pensar a quién beneficiaba
realmente que yo no acudiera a mi puesto de trabajo en señal de protesta.
Tras pensarlo me di cuenta de que mi acto
beneficiaba principalmente a la Administración, es decir, yo acudo a clase, no
cobro ese día y es la Administración la que se ahorra ese sueldo y el de miles
de funcionarios. ¿La perjudico en algo, pues al fin y al cabo ese es mi propósito?
No, porque no le afecta demasiado que no dé clases por un día. Los alumnos ante
la palabra huelga directamente no acuden a las aulas. El instituto está casi
desierto. Las edades de los alumnos a los que imparto clases les permiten
quedarse en casa sin ser un problema para los padres.
Otros organismos que claramente se beneficia de mi día
de huelga son los Sindicatos. Sí, esos a los que no se les ve el pelo cuando
los necesitas, que lo primero que te piden es que te afilies; esos a los que
ves salir de reuniones con comida incluida con la Administración de la que
dependemos y despedirse con una sonrisa de oreja a oreja mientras que al día
siguiente nos dicen que no se puede hacer nada.
Éstas son dos de las principales razones por las que
no he vuelto a hacer huelga. No obstante no por ello he dejado de denunciar
injusticias ni de luchar de otras formas que me han parecido efectivas, como
publicaciones, cartas al director, mensajes por correo... He planteado en
reuniones otro tipo de actuaciones para hacer ver tanto al gobierno autonómico
como al central que nosotros somos necesarios, que somos piezas claves de la
sociedad y mi opción pasaba por negarnos a poner las notas finales y de esa
forma paralizar el sistema. Entonces se o ían
voces de muchos de los que me habían criticado por no hacer huelga llamándome
radical. No , no, que eso es meterse en un lío, que eso puede ser perjudicial
para los chavales. ¿Perjudicial?¿Lío? ¡Vaya! ¿No íbamos en serio?
¿Manifestaciones? Pues también hace muchos años que
no he ido a una. De hecho creo que he ido dos o tres veces en toda mi vida. Por
el fin de la violencia, contra la reforma educativa que suponía la LOGSE y no
recuerdo la tercera.
Así como las huelgas me parecen claramente
innecesarias y poco efectivas en la situación actual, creo que las
manifestaciones son un derecho. Sin embargo estamos presenciando en ellas un
clima de hostilidad de todos contra todos que acaba en una batalla campal.
Tenemos claros ejemplos de manifestaciones pacíficas que transcurren con total
normalidad, como debe ser; sin embargo, sobre todo en las grandes ciudades,
tenemos noticias de hechos tremendos. ¿Por qué? ocurren estas cosas?¿En qué
momento se van las cosas de madre? ¿A quién interesa que estos hechos se
produzcan?
Creo que es importante hacerse esas preguntas y
sobre todo tratar de responderlas.
Un punto sobre las manifestaciones que no me quiero
dejar es la presencia de niños. No, no creo que sea nada adecuado acudir con niños
a estos actos. No hace falta que vaya el niño en el carrito con el cartel de
"me estáis dejando sin futuro", ahí está su padre o su madre para
decirlo. Creo que se trata de asuntos de mayores y que aunque no debiera
producirse ningún altercado, no se puede garantizar. ¿Por qué arriesgar la
seguridad se nuestros hijos?
No quiero acabar sin dedicarles unas palabras a esos
grupos radicales que se encargan de sabotear cualquier acto legítimo y pacífico
con su quema de coches, rotura de escaparates, incendio de contenedores y demás
actos vandálicos. Esas criaturas que destrozan mobiliario urbano que todos
pagamos y mantenemos con nuestros impuestos, que le joroban la tienda a un
trabajador o lo dejan sin coche. A todos ellos, bola de descerebrados, decirles
que ellos ya son sistema, viven en él y de él les guste o no. Voy contra el
gobierno pero le pido ayudas; voy contra sus normas pero apelo a ellas si
resulto perjudicado... Con vuestras actuaciones desprestigiáis y mancháis el
derecho de las personas a expresarse, a manifestarse y solo conseguís que
aumente la tensión y la represión, y que aquellos de quienes os quejáis
justifiquen actuaciones injustificables. Muy mal, muy mal. ¡País!
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