Ha
muerto Miliki y con él uno de los iconos más importantes de mi
niñez. Sé que estos días se le harán muchos homenajes pero no por
ello voy a dejar de hacerle yo el mío.
He
de confesar que a mí no me gustan los payasos en general. Les cogí
miedo un día que íbamos mi padre y yo por la calle de paseo y
pasamos cerca de un circo. Nos acercamos con la intención de ver
cómo ensayaban. Tendría yo unos tres años. Uno o dos payasos
jóvenes vinieron a mi encuentro y no sé que imaginé pero me
parecieron terroríficos, con aquella sonrisa enorme y sus trajes de
rayas. Mi padre tuvo que cogerme en brazos y salir pitando.
Tampoco
me gustan los circos que trabajan con animales. La mirada de los
animales enjaulados en tan triste. Su vida se me antoja un pesar
eterno, una esclavitud infinita. Si acaso aún tolero algo a los
perros amaestrados o a los caballos. Pero no, prefiero un circo sin
animales.
Quizá
por ello, cuando empezaron los payasos de la tele y los vi apenas
maquillados, sólo con sus grandes narices y sus inmensas camisetas
rojas, que me enteré que era roja mucho después, no me dieron
miedo. Eran graciosos, contaban chistes que entendía, cantaban
canciones que nunca he olvidado y pasaban aventuras. Aquellos payasos
llenaban la tarde de mis sábados y me hacían feliz.
Cuando
murió Fofó, algo se rompió. Aquel payaso bajito con la voz ronca
tan entrañable. Parecía que la canción de la niña que barría la
cantaba para mí. Mi madre trabajaba y los niños cuyas madres
trabajaban ya sabíamos lo que nos tocaba sin que nos lo mandaran, a
barrer, a fregar... Pero su muerte me pilló aún pequeña y no fui
demasiado consciente de su significado, aunque lloré su pérdida.
Además el nuevo payaso, Milikito, aquel joven desgarbado con cara de
chiste y con su trompetilla al más estilo hermano Marx andaba
revoloteando por allí quitando penas.
Pero
Miliki estuvo ahí mucho años, incluso cuando ya no salían por la
tele, aún después de que muriera Gaby, el payaso sensato y renegón.
La
última vez que lo vi actuar fue en Valencia con El Circo del Arte.
Fui con mis hijas y con una amiga y sus hijos. ¡Qué ilusión!
Lloramos y todo y las hijas nos miraban como diciendo por qué lloran
en lugar de reír. Pero hacíamos las dos cosas. Nuestra infancia
presente. Éramos un montón de niños de treinta y tantos con
nuestros hijos y Miliki lo sabía. Fue cuando sacó el disco dedicado
a toda esa generación.
Mis
hijas también han cantado sus canciones y las de Rita Irasema, su
hija. Pero ya no ha sido lo mismo.
Ahora
el gran Miliki ha muerto, pero espero que vaya al cielo de los
payasos y satisfecho de haber hecho a miles de niños felices.
Va por ti.
De pequeña fui a su circo y me monté en el elefante :)
ResponderEliminar