Hete aquí que un día un óvulo y un espermatozoide se unen en íntima comunión y empieza la historia de tu vida. Y las células se van multiplicando para formar lo que será tu ser, heredando la forma física inscrita en tus genes, parte de tu psique y lo demás lo hará el entorno.
Y ese entorno dependerá del vientre que te porta y de las manos que te acunen. Y será de ti algo distinto si naces en la India o en Senegal, en Alemania o en Chile; si tus padres son jóvenes o mayores; si eres deseado o un fallo.
Y puedes ser el primero o el último, el de en medio o el único; que tu familia sea atea o creyente, que sea rica, pobre o de clase media.
Hace tiempo que me di cuenta que el dinero no da la felicidad pero sí te abre oportunidades y que no es lo mismo nacer en Canada que en Birmania, en España o en Etiopía.
Pero después de todo lo que sirve es ser feliz, pasar por la vida disfrutando de las cosas que tienes y no llorando por lo que no puedes alcanzar. Saber los límites y luchar porque tu ubicación puede ser un freno o un aliciente pero será tu espíritu el que te empuje. Lo que cuenta son los valores que te transmitan, la educación que recibas, eso te hará fuerte o débil, capaz o incapaz.
Y pon en tu currículo que no hayas nacido con una enfermedad congénita o con una malformación, que los médicos que te atiendan tengan la sabiduría y los medios. Y pon que estás sano de cuerpo pero enfermo de espíritu y no habrá hospital que te salve.
Puede que empieces tu vida y un día se despierte en ti un cáncer pero que tu fuerza y la ciencia te dejen vivir con ello muchos años, como a mí. O puede que lo tuyo no tenga solución y te vayas en cuatro días no habiendo podido disfrutar aún como aquellos que he perdido en el camino.
Ponte que tengas buenos amigos, de esos que son la familia que escoges y te sientes arropado por su abrazo y su cariño, como me pasa a mí.
Y puede que un buen día salgas de tu casa con una sonrisa dispuesto a comerte el mundo, a respirar y a sentir y un golpe de aire tire una maceta que acabe en tu cabeza, cruces una calle distraído y se te lleve un autobús, o simplemente cojas un tren y salte por los aires.
La vida es así. No escogemos el nacer y pocas veces el morir. No importa ni mucho ni poco sino el cómo. El dolor de unos padres cuando pierden un hijo/a es insuperable, amargo, rompedor, indescriptible. Sólo puede quedarte el consuelo de que el tiempo que ha estado contigo haya sido feliz.
Sea este mi pequeño homenaje a todos los que ahora lloran por la muerte de sus familiares y amigos en Galicia o en cualquier punto del mundo.
Sin palabras tras las tuyas.
ResponderEliminarSuscribo el comentario de Merich.
ResponderEliminarY, si me lo permites, te doy un abrazo, por los dolores propios y ajenos. ¡Hoy por los ajenos, tan próximos!
Tan de acuerdo con cada una de tus palabras...
ResponderEliminarTodo condiciona, es inevitable. Pero todos venimos en cueros y vamos tarde ó temprano para el mismo sitio.
No puedo añadir nada más. Tú has explicado el milagro de la vida a la perfección. Un beso, Pilar.
ResponderEliminarMuchas gracias Maria Teresa. Por cierto, hace tiempo que no localizo tu blog. ¿lo has cambiado?
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