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Pronto empezaron a
llegar los demás ministros conduciendo también sus propios vehículos, todos
exaltados y hablando a la vez, cada uno contando lo que le había pasado
particularmente.
-¡Basta!-dijo el
presidente. Esto es mucho más grave de lo que creemos. No se puede paralizar un
país. Imaginemos por un momento que esto que está pasando es posible, que no es
algo que yo esté soñando. Aunque se tratara de una huelga general, siempre hay
personas que no la siguen. Es imposible que nada funcione. ¿Y nuestros
afiliados?¿Y los medios de comunicación
afines a nosotros? Entremos en casa, vamos a la sala de reuniones y quiero que
cada uno de vosotros empiece a llamar a sus contactos, a vuestros ministerios,
al bedel del Congreso, a quién sea que conozcáis y que sepáis que nunca haría
una huelga.
Todos los ministros
entraron en la sala y se repartieron las llamadas.
Ni en el Congreso ni en
el Senado respondió nadie al teléfono. En las sedes de los distintos
ministerios tampoco. En las televisiones y radios afines encontraron algún
periodista que permanecía todavía anonadado al encontrarse el edificio vacío.
Algún colaborador había acudido, pero les resultaba del todo imposible poner el
marcha la programación a falta de técnicos.
A uno de los ministros
se le ocurrió llamar al 112. Una máquina le contestó diciendo que escogiera
entre las opciones posibles de urgencia y tecleara el número correspondiente.
Por supuesto que en la lista no estaba la de país paralizado, así que el
ministro tecleó el número de fuego.
-Fuego-contestó la
máquina. A continuación, teclee el tipo de fuego producido de entre los tipos
que le exponemos: en una casa en la ciudad, en una casa en el campo, en un
edificio de oficinas, en un edificio particular, en… El ministro colgó el
teléfono.
-¿Qué pasa?-le preguntó
su colega al verlo tan indignado-¿sabes algo?
-Que ni los servicios de
urgencias funcionan, parecen una burla, hay que teclear el tipo de urgencia y
así infinitamente, ¿te lo puedes creer? Cuando llegas a la opción correcta ya
te has quemado o muerto de un infarto.
-Pues yo he llamado a
los hospitales y también me ha contestado una máquina. Me ha dicho que los
enfermos están atendidos pero que hoy no se reciben familiares. Sólo se
atenderán en urgencias casos verdaderamente graves.
El teléfono azul de la
sala de reuniones sonó de repente. El presidente se volvió hacia él y todo
quedó en silencio. Sabía que era una llamada de Europa. ¿Estaría pasando lo
mismo en todos los países? Si era así casi le tranquilizaba, pero si sólo
pasaba aquí, ¿qué clase de explicaciones iba a dar?
-¿Presidente? -dijo
alguien en inglés al otro lado del teléfono.
-Sí, soy yo- contestó
igualmente en inglés.
-Perdone que le moleste,
pero he intentado hablar con el Banco Nacional de su país y no logro que me
respondan, ¿tienen algún problema de comunicaciones?
El presidente respiró
hondo y se pensó unos segundos la respuesta.
-Sí, eso es, un incendio
ha afectado las líneas, pero no se preocupe, lo solucionamos enseguida. No
obstante si quiere trasladarme a mí su petición no tengo ningún problema en
conectarme de manera particular y hacer que le llamen inmediatamente.
-Espero que pueda
hacerlo porque yo lo he intentado también por internet y parece que tampoco es
posible. Es algo muy raro, ¿no?
-Ciertamente pero…
-Además, tampoco hay
acceso a la prensa española ni a otros medios de comunicación.
-Bueno, yo creo que eso…
Su interlocutor no lo
dejó terminar.
-Espero que resuelvan
pronto esto. Vivimos en el siglo de las comunicaciones, es un problema grave.
¿Quieren que les echemos una mano?
-No, no –se apresuró a
decir el presidente –son problemas técnicos que tendrán solución brevemente.
Por favor discúlpeme. Nos pondremos enseguida en contacto con ustedes. Gracias
por su comprensión.
Colgó el teléfono antes
de que al otro lado de la línea diera tiempo a contestar.
-¿Alguien ¡ha intentado
conectarse a internet?-preguntó el presidente.
-Claro-contestaron
varios de sus ministros a la vez.
-No funcionan las
páginas españolas- dijo Cinco- las extranjeras, sí.
-Voy a llamar al rey.
El presidente cogió el
teléfono fijo de conexión directa con la casa real.
-¡Hola!-contestó una
vocecilla de una cuatro años.
-¡Trae acá niña!- dijo
una voz.
-Aquí la casa real,
¿quién llama?
-¿Majestad?-preguntó el
presidente algo perplejo por lo que acababa de pasar.
-¡Hombre Uno!-
-Majestad, está pasando
una cosa muy rara.
-Ya te digo, me han
dejado solo aquí con los niños. P1 está en el extranjero, la reina de
vacaciones y no están los sirvientes.
-Esto es muy grave
Majestad-apuntó con voz tremendamente preocupada el presidente.
-Bueno, yo creía que me
habían gastado una broma. En fin, ¿has llamado a G1?
-Sí señor, pero me salta
un contestador diciéndome que está reunido, ni siquiera ha sido su secretaria
la que se ha puesto al teléfono.
-¡Vaya! Ahora mismo le
llamo yo a su teléfono privado, a mí me contestará. Ahora te llamo.
-Muy bien majestad,
espero su llamada.
El rey cogió su teléfono
móvil y marcó el número privado de G1, pero le saltó un buzón de voz indicando
que dejara su mensaje.
-¡Será posible! Escucha
G1 o me contestas ahora mismo y me dices lo que está pasando o te vas a enterar
de quien soy yo.
Acto seguido llamó al
presidente.
-Dígame majestad, ¿ha
averiguado algo?
-Me ha saltado su buzón
de voz, a mí, ¿te lo puedes creer? ¡Será cabrón!
-He mandado a Cuatro
para que se presente allí personalmente y me cuente lo que pasa.
-Llámame en cuanto sepas
algo.
-Así lo haré
señor-contestó el presidente.
Al cabo de una hora
apareció Cuatro visiblemente consternado. Se encontró con que en el patio del
palacio presidencial había más coches. En el interior, la mujer del presidente
gritaba a su esposo que no había nadie en la casa, que había llevado a los
niños al colegio y que estaba cerrado y que otros padres se habían encontrado
con lo mismo. El presidente intentaba calmarla diciéndole que se llevara a los
niños a las estancias privadas y que se lo tomara como un día festivo, que algo
grave estaba ocurriendo pero que no podía informarle todavía. La mujer obedeció
sin preguntar llevándose a los niños que saltaban alborotados por la falta de
colegio.
El presidente se acercó
a Cuatro.
-Cuéntame.
-No hay nadie en ninguna
parte, está cerrado.
Uno entró en la sala y
volvió a llamar al rey.
-Majestad, no hay nadie
en ninguna parte. Cuatro me ha dicho que ni siquiera en el Alto Mando, ni por
la calle; las tiendas, los bancos, todo está cerrado.
-Y la Guardia Civil,
esos siempre están.
-Tampoco- contestó.
-¿Y el Congreso?¿No se
les habrá ocurrido hacer otra de las suyas a los militares? Mira que esta vez
no me han dicho nada.
-El Congreso y el Senado
también están cerrados. Los diputados de mi grupo que han acudido allí se han
encontrado con las puertas cerradas y ahora los tengo aquí preguntándome por lo
que pasa.
-¡Um! ¿Crees que se han
enterado en el extranjero?
-Me han llamado de
Alemania esta mañana porque querían hablar con el presidente del Banco Nacional
y no se hacían con él. No hay prensa y la Bolsa tampoco ha abierto, es cuestión
de minutos que empiecen a bombardear los teléfonos desde Bruselas.
-Uno, estamos ante una
situación de alarma total. Lo malo es que no podemos ocultar nuestra situación
al resto del mundo. Ahora te tiras un pedo aquí y lo oyen en China.
-Señor, si le soy
sincero, no sé cómo llevar esto.
-A mí tampoco se me
ocurre qué hacer. Es como si la gente se hubiera evaporado, pilares importantes
para el funcionamiento del país. Llamar al presidente europeo no sé si
arreglaría algo, pero está claro que necesitamos ayuda.
-¡Cariño, cariño, por la
televisión están emitiendo un comunicado!
Uno miró hacia la puerta
de la sala desde donde su mujer había gritado la nueva.
-Disculpe majestad,
encienda el televisor, parece que alguien está emitiendo un comunicado. Luego
le llamo.
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