miércoles, 20 de abril de 2011

LAS BANDERAS DE NUESTROS PADRES

De nuevo he oido en boca esta vez de Trinidad Jiménez, que se vende el modelo español de transición como ejemplo a seguir en aquellos paises que han derrocado a sus dictadores y buscan el paso a la democracia. ¡Cuántas veces hemos alardeado de ello!
La transición española es verdad, fue ejemplar. Después de una dictadura de muchos años, los diferentes partidos, los políticos de diferentes ideologías fueron capaces de sentarse a compartir ideas, a elaborar una constitución bajo el palio del monarca. El papel de todos ellos, políticos, rey, ejército, pueblo, fue ejemplar. Pero mírennos donde hemos desembocado. ¿Qué ha quedado de todo aquello? Los principales partidos políticos se echan puyas los unos a los otros, se descalifican, se ofenden los unos a los otros, se embarcan en discusiones banales, sacan a la luz todo lo oscuro del contrario, pero no para que el pueblo se entere, no, sino para ganar, para acceder al gobierno o para mantenerse en él. Ya nadie mira por el país, por el pueblo, ni el pueblo mismo. Corruptelas por todas partes. Todo son intereses creados, cada uno barre para su casa. Estamos en tiempo de elecciones y sale a la luz la hipocresía de los partidos, la dejadez del pueblo. No hay ideales salvo los de algunas minorías radicales. Los partidos pequeños ni siquiera aspiran a nada. A los votantes con tal de que no les toquen el bolsillo... Huele a desengaño.
¿Cómo recuperar la fe, la ilusión, las ganas?
Ya no somos ejemplo de nada, somos más bien vergüenza de mucho. Algo tiene que cambiar. Todos tenemos que cambiar. ¿Dónde dice que se compran esas pócimas mágicas de la ilusión?