miércoles, 29 de mayo de 2013

CARTA A ROSA MONTERO por La ridícula idea de no volver a verte.





Querida Rosa,
ante todo gracias por regalarnos este libro, por compartir con nosotros, los lectores, un texto tan bello.
Los sentimientos de Marie, porque ya es Marie y no Madame, se mezclan con los tuyos de manera exquisita de forma que a veces se solapan y no sabemos donde acaba Marie y empieza Rosa.
¡Qué bonita manera de escribir!
Los sentimientos de la Nobel son compartidos contigo que los haces además universales, porque creo que casi la totalidad de los lectores han sentido algunos de los allí expuestos, la alegría, el deseo, el desvelo, la amargura…
¡Pues claro que son universales! Por eso caemos ante ellos pensando que el libro ha nacido para nosotros, que nos guiñas el ojo a través de las páginas, aparte del recurso de escribir en segunda persona.
Me viene a la memoria, a propósito, un pasaje de un libro de Luc Ferry, El hombre-Dios, que al principio de sus páginas  cuenta la historia de krisha Gotami[1],  una joven mujer que perdió a su pequeño hijo por enfermedad y que reclamando de dolor por su pérdida, Buda le aconsejó  que fuera casa por casa pidiendo una semilla de mostaza de allá donde nadie hubiera sufrido una dolorosa pérdida y luego se las llevara. Te puedes imaginar que no pudo reunir ninguna, pero ese hecho le ayudó a ver más allá de su dolor.
sin duda ese ejercicio catártico de compartir sentimientos es algo positivo. Los escritores – yo sólo soy una persona que escribe- tienen ese arma entre los dedos y se puede decir que juegan con ventaja.
Sin ser partidaria para nada de los grupos en los que la gente se presenta y cuenta su historia, sí lo estoy de poder contar con tus amigos, tu familia, tu terapeuta si es preciso, a la hora de purgar sentimientos. Pero si bien es una práctica recomendable y útil, no se debe abusar de los demás. Por mucho que te escuchen y te apoyen hay caminos que debes andar tu solo. Tú aludes a lo bien que se portaron los amigos en los últimos días de Pablo.
Cuando algunos de mis amigos han perdido a alguien querido siempre les digo lo mismo. Aparte del abrazo sincero y de mostrarles cuánto lo siento, les digo algo en lo que creo firmemente, que uno no supera la muerte de la persona querida sino que aprende a vivir con ella.
La ridícula idea de no volver a verte es un libro tan bello, tan recomendable que he recomendado a todo el mundo ir corriendo a comprarlo, a leerlo con avidez, a recomendarlo, a compartirlo.
Es un libro que no sólo hablas de sentimientos, aunque son el hilo conductor, sino que además nos enseñas, nos ilustras; nos muestras por una parte, una cara de Marie Curie que no conocemos apenas aquellos que no hemos leído biografías sobre ella -por cierto que estoy deseando leer a Eve, su hija, lástima que esté descatalogado-.
Por otra, nos traes datos de la época en que vivió, de las personas con las que se codeó, y su época y la nuestra se mezclan y nos demuestran que todo es igual y todo es diferente.
Querría decirte cómo me han gustado también tus reflexiones finales, algunas presentes a lo largo del libro, como aquello de que la vida parece pararse a partir de los 65 años, exceptuando casos maravillosos.
Es algo que admiro mucho en personas mayores, que sigan activas, que sigan ilusionadas llegando a acabar un viejo proyecto una deuda con uno mismo…¡Disfrutar de la vejez!
Te dicen que has hablado poco de Pablo, yo creo que este libro es un tributo a él, a los años compartidos, a los recuerdos, a las vivencias. Ya no podrás este libro como algo distinto que un bello y merecido tributo.
¡Felicidades Rosa!

Pd: lo que no logro entender es eso de los hashtags, por qué y para qué están ahí, debe ser que no estoy al día en estas cosas.

Un abrazo sincero,
Pilar.


[1] Historia que a su vez es extraída del Libro tibetano de la vida y de la muerte de Sogyal Rinponché.

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