viernes, 7 de septiembre de 2012

EL DÍA QUE SE PARALIZÓ EL PAÍS. 2

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Pronto empezaron a llegar los demás ministros conduciendo también sus propios vehículos, todos exaltados y hablando a la vez, cada uno contando lo que le había pasado particularmente.
-¡Basta!-dijo el presidente. Esto es mucho más grave de lo que creemos. No se puede paralizar un país. Imaginemos por un momento que esto que está pasando es posible, que no es algo que yo esté soñando. Aunque se tratara de una huelga general, siempre hay personas que no la siguen. Es imposible que nada funcione. ¿Y nuestros afiliados?¿Y los medios de  comunicación afines a nosotros? Entremos en casa, vamos a la sala de reuniones y quiero que cada uno de vosotros empiece a llamar a sus contactos, a vuestros ministerios, al bedel del Congreso, a quién sea que conozcáis y que sepáis que nunca haría una huelga.
Todos los ministros entraron en la sala y se repartieron las llamadas.
Ni en el Congreso ni en el Senado respondió nadie al teléfono. En las sedes de los distintos ministerios tampoco. En las televisiones y radios afines encontraron algún periodista que permanecía todavía anonadado al encontrarse el edificio vacío. Algún colaborador había acudido, pero les resultaba del todo imposible poner el marcha la programación a falta de técnicos.
A uno de los ministros se le ocurrió llamar al 112. Una máquina le contestó diciendo que escogiera entre las opciones posibles de urgencia y tecleara el número correspondiente. Por supuesto que en la lista no estaba la de país paralizado, así que el ministro tecleó el número de fuego.
-Fuego-contestó la máquina. A continuación, teclee el tipo de fuego producido de entre los tipos que le exponemos: en una casa en la ciudad, en una casa en el campo, en un edificio de oficinas, en un edificio particular, en… El ministro colgó el teléfono.
-¿Qué pasa?-le preguntó su colega al verlo tan indignado-¿sabes algo?
-Que ni los servicios de urgencias funcionan, parecen una burla, hay que teclear el tipo de urgencia y así infinitamente, ¿te lo puedes creer? Cuando llegas a la opción correcta ya te has quemado o muerto de un infarto.
-Pues yo he llamado a los hospitales y también me ha contestado una máquina. Me ha dicho que los enfermos están atendidos pero que hoy no se reciben familiares. Sólo se atenderán en urgencias casos verdaderamente graves.

El teléfono azul de la sala de reuniones sonó de repente. El presidente se volvió hacia él y todo quedó en silencio. Sabía que era una llamada de Europa. ¿Estaría pasando lo mismo en todos los países? Si era así casi le tranquilizaba, pero si sólo pasaba aquí, ¿qué clase de explicaciones iba a dar?
-¿Presidente? -dijo alguien en inglés al otro lado del teléfono.
-Sí, soy yo- contestó igualmente en inglés.
-Perdone que le moleste, pero he intentado hablar con el Banco Nacional de su país y no logro que me respondan, ¿tienen algún problema de comunicaciones?
El presidente respiró hondo y se pensó unos segundos la respuesta.
-Sí, eso es, un incendio ha afectado las líneas, pero no se preocupe, lo solucionamos enseguida. No obstante si quiere trasladarme a mí su petición no tengo ningún problema en conectarme de manera particular y hacer que le llamen inmediatamente.
-Espero que pueda hacerlo porque yo lo he intentado también por internet y parece que tampoco es posible. Es algo muy raro, ¿no?
-Ciertamente pero…
-Además, tampoco hay acceso a la prensa española ni a otros medios de comunicación.
-Bueno, yo creo que eso…
Su interlocutor no lo dejó terminar.
-Espero que resuelvan pronto esto. Vivimos en el siglo de las comunicaciones, es un problema grave. ¿Quieren que les echemos una mano?
-No, no –se apresuró a decir el presidente –son problemas técnicos que tendrán solución brevemente. Por favor discúlpeme. Nos pondremos enseguida en contacto con ustedes. Gracias por su comprensión.
Colgó el teléfono antes de que al otro lado de la línea diera tiempo a contestar.
-¿Alguien ¡ha intentado conectarse a internet?-preguntó el presidente.
-Claro-contestaron varios de sus ministros a la vez.
-No funcionan las páginas españolas- dijo Cinco- las extranjeras, sí.
-Voy a llamar al rey.


El presidente cogió el teléfono fijo de conexión directa con la casa real.
-¡Hola!-contestó una vocecilla de una cuatro años.
-¡Trae acá niña!- dijo una voz.
-Aquí la casa real, ¿quién llama?
-¿Majestad?-preguntó el presidente algo perplejo por lo que acababa de pasar.
-¡Hombre Uno!-
-Majestad, está pasando una cosa muy rara.
-Ya te digo, me han dejado solo aquí con los niños. P1 está en el extranjero, la reina de vacaciones y no están los sirvientes.
-Esto es muy grave Majestad-apuntó con voz tremendamente preocupada el presidente.
-Bueno, yo creía que me habían gastado una broma. En fin, ¿has llamado a G1?
-Sí señor, pero me salta un contestador diciéndome que está reunido, ni siquiera ha sido su secretaria la que se ha puesto al teléfono.
-¡Vaya! Ahora mismo le llamo yo a su teléfono privado, a mí me contestará. Ahora te llamo.
-Muy bien majestad, espero su llamada.
El rey cogió su teléfono móvil y marcó el número privado de G1, pero le saltó un buzón de voz indicando que dejara su mensaje.
-¡Será posible! Escucha G1 o me contestas ahora mismo y me dices lo que está pasando o te vas a enterar de quien soy yo.
Acto seguido llamó al presidente.
-Dígame majestad, ¿ha averiguado algo?
-Me ha saltado su buzón de voz, a mí, ¿te lo puedes creer? ¡Será cabrón!
-He mandado a Cuatro para que se presente allí personalmente y me cuente lo que pasa.
-Llámame en cuanto sepas algo.
-Así lo haré señor-contestó el presidente.
Al cabo de una hora apareció Cuatro visiblemente consternado. Se encontró con que en el patio del palacio presidencial había más coches. En el interior, la mujer del presidente gritaba a su esposo que no había nadie en la casa, que había llevado a los niños al colegio y que estaba cerrado y que otros padres se habían encontrado con lo mismo. El presidente intentaba calmarla diciéndole que se llevara a los niños a las estancias privadas y que se lo tomara como un día festivo, que algo grave estaba ocurriendo pero que no podía informarle todavía. La mujer obedeció sin preguntar llevándose a los niños que saltaban alborotados por la falta de colegio.
El presidente se acercó a Cuatro.
-Cuéntame.
-No hay nadie en ninguna parte, está cerrado.
Uno entró en la sala y volvió a llamar al rey.
-Majestad, no hay nadie en ninguna parte. Cuatro me ha dicho que ni siquiera en el Alto Mando, ni por la calle; las tiendas, los bancos, todo está cerrado.
-Y la Guardia Civil, esos siempre están.
-Tampoco- contestó.
-¿Y el Congreso?¿No se les habrá ocurrido hacer otra de las suyas a los militares? Mira que esta vez no me han dicho nada.
-El Congreso y el Senado también están cerrados. Los diputados de mi grupo que han acudido allí se han encontrado con las puertas cerradas y ahora los tengo aquí preguntándome por lo que pasa.
-¡Um! ¿Crees que se han enterado en el extranjero?

-Me han llamado de Alemania esta mañana porque querían hablar con el presidente del Banco Nacional y no se hacían con él. No hay prensa y la Bolsa tampoco ha abierto, es cuestión de minutos que empiecen a bombardear los teléfonos desde Bruselas.
-Uno, estamos ante una situación de alarma total. Lo malo es que no podemos ocultar nuestra situación al resto del mundo. Ahora te tiras un pedo aquí y lo oyen en China.
-Señor, si le soy sincero, no sé cómo llevar esto.
-A mí tampoco se me ocurre qué hacer. Es como si la gente se hubiera evaporado, pilares importantes para el funcionamiento del país. Llamar al presidente europeo no sé si arreglaría algo, pero está claro que necesitamos ayuda.
-¡Cariño, cariño, por la televisión están emitiendo un comunicado!
Uno miró hacia la puerta de la sala desde donde su mujer había gritado la nueva.
-Disculpe majestad, encienda el televisor, parece que alguien está emitiendo un comunicado. Luego le llamo. 

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